ENTREVISTA > PENNY RIMBAUD
UNA REVOLUCIÓN PROPIA
En 1977 el punk estallaba en Inglaterra y había mucho más que Sex Pistols y The Clash. Una de las bandas principales pero menos populares fue el colectivo punk Crass. Anarquistas, feministas, activistas por los derechos de los animales, reyes del stencil y promotores de los squats fueron tremendamente influyentes y rabiosamente anti Thatcher –incluso grabaron un casete con voces de la primera ministra y de Reagan sobre Malvinas–. El colectivo se reunía alrededor de Dial House, la casa en Essex de Penny Rimbaud, uno de los miembros fundadores que, cuarenta años después, sigue tan radical como siempre e increíblemente viene a la Argentina para dar una conferencia en la edición 16° del Encuentro Internacional de Diseño Trimarchi, que este año apuesta por una agenda de conferencistas cercanos a la autogestión.
Por Santiago Rial Ungaro
Un buen día, hace unos 45 años atrás, Penny Rimbaud, ex baterista de Crass e invitado del próximo Festival Trimarchi a mediados de mes, decidió que no quería replicar el estilo de vida de sus padres, ni tampoco de los pueblerinos vecinos de su rancho cercano a Epping, Essex. Ya no habría cerrajeros en su vida: “Había estado viviendo allí por tres o cuatro años, tiempo suficiente para mí para comprender que no quería ser como mis padres, ni seguir las convenciones burguesas de los habitantes del pueblo más cercano. Al sacar las cerraduras estaba manifestando una liberación de cuyas consecuencias no estaba seguro. Una puerta cerrada era el sinónimo de un corazón cerrado: yo estaba abriendo mi casa y mi corazón a cualquier cosa que pudiera aparecer en mi camino”. Esa atrevida decisión fue la que convirtió a ese rancho que aún hoy es su casa en la plataforma de esa mutación antropológica conocida como Crass: “A través del tiempo, cientos y cientos de personas pasaron a través de sus puertas; algunos solo para tomar un té, otros por una noche, algunos por años. A nadie se le negó nunca la entrada, siempre me esforcé para no juzgar a aquellos que hicieron el esfuerzo por llegar hasta acá. Nunca se les requirió nada a esos visitantes: si debían decirme su nombre, entonces sabía sus nombres. Si no, ¿por qué debía preguntarlo? Todos tienen una historia que contar: zurdos, de derecha, negros, blancos. A veces yo encontraba la historia de algunos repugnante, racista o sexista, pero trataba de escuchar sin prejuicio porque debajo de la máscara de la intolerancia que todos usamos siempre hay un ser humano buscando amor. Krishnamurti una vez dijo que no hay amor más grande que escuchar. Capaz que no me gusten tus ideas, pero respeto el derecho común de que cada uno debería expresar cualquier idea que le surja de sus cabezas”.
Algunos de los que sí le dijeron su nombre a Jeremy Ratter (su viejo nombre) y se quedaron conformaron la base humana de Crass como movimiento de resistencia y modo de vida anarquista que luego se expandiría al resto de Inglaterra y el mundo. “Hay una sola regla acá en Dial House, excepto para el gato de la casa, cuyos ancestros sufrieron enormemente cuando intentamos que se hicieran vegetarianos: no se debe comer carne. En una época tomar drogas recreativas estaba totalmente prohibido: demasiados experimentos sociales habían fracasado como resultado del uso y abuso de drogas, y nuestra prohibición apuntaba a evitar eso. Nuestra actitud ahora hacia estos asuntos es la de desalentarte: si alguien quiere salirse de la vida común ordinaria entonces los dejamos hacerlo en los campos que rodean nuestro hogar, de manera que puedan ver que la naturaleza es hermosa por sí misma y no requiere un mejoramiento químico”.
Cuando el ex baterista de Crass (que por entonces tocaba en los experimentales y freejazzeros EXIT) enumera influencias que lo inspiraron en sus aventuras (Walt Whitman, R. D. Laing, o un maestro budista zen que conoció en Nápoles) queda clara la motivación poética del músico que generó un auténtico escándalo nacional con el cassette conocido Thatchtergate: usando grabaciones de las voces de Margaret Thatcher y Ronald Reagan en la que discutían sobre el hundimiento del HMS Sheffield durante la Guerra de Malvinas, los Crass crearon una cinta cuyo lanzamiento, en principio anónima, precipitó la separación del grupo en 1984.
Aún resulta impresionante lo auténtica que fue la intención de cambiar la realidad de Crass: “Crass fue más una célula revolucionaria que una banda, y sí, por supuesto: nosotros nos propusimos cambiar el mundo y eso, gradualmente, fue exactamente lo que hicimos. Pero también el mundo está cambiando permanentemente, es una construcción temporal: no hay nada allí salvo nuestras actitudes e imaginaciones, las cuales, están sujetas a un constante cambio. A su manera, esa ‘auténtica intención’ fue realizada: las ideas promovidas por Crass, y ridiculizadas en su época por el mainstream se han vuelto en sí mismas mainstream.”. Los mismos escándalos que generaba cada una de sus intervenciones fueron determinantes para que las ideas de Crass se expandieran como una auténtica plaga: el boicot de los trabajadores de la planta de prensado a la primera edición del EP The Feeding of 500 por el contenido blasfemo de Asylum , que los llevó a armar su propio sello discográfico; su provocadora vestimenta (ropa negra militar que usaban incluso fuera del escenario); o su emblemático logo (una amalgama de íconos de autoridad como la cruz cristiana, la esvástica y la bandera del Reino Unido combinada con un Ouroboros de dos cabezas, símbolo de que el poder finalmente se autodestruiría a sí mismo diseñada por Dave King).
Luego de su primer disco los Crass incluso fueron más lejos: Penis Envy, su segundo disco, le sumó al cóctel el feminismo, aunque según Penny sea más acertado hablar de matriarcado: editado en 1981, el disco los llevó a reformular la banda reemplazando provisoriamente a Steve Ignorant en el rol de cantante por Eve Libertine y Joy De Vivre. “Penis Envy tuvo un efecto profundo en su momento, y aún lo tiene. Dentro de su género es casi único en su demostración del potencial femenino. No estoy seguro ni tampoco me corresponde a mi decir si eso es una expresión de lo brillante que fue Crass o de la pobreza de los demás. El matriarcado permanece intacto: todo el resto es propaganda”.
A la influencia de Eve Libertine (con la que Penny mantuvo una relación abierta durante años) y Joy De Vivre hay que sumarle la de otra mujer: Gee Vaucher: “Compartí una gran parte de mi vida en Dial House con Gee quien, a parte de mí, ha sido su residente por más tiempo. El arte de Gee era la perla en medio de los cerdos. Su pintura meticulosa, la cual a menudo se toma equivocadamente por collage, fue lo que persuadió a mucha gente de que éramos algo más que solo un grupo de vagos pendencieros. En todo lo que ella produjo con Crass, independientemente de lo espeluznante que sea su contenido, siempre hay un aire de belleza y cuidado, un sentido de amor.”. La contribución al imaginario de la banda de Vaucher fue clave: sus collages pintados en blanco y negro (que influenciaron a artistas posteriores como Banksy, con quien incluso colaboró posteriormente) se convirtieron en un modelo estético que se extendió también a las bandas de Crass Record, sello independiente y plataforma para bandas como Zounds, Flux Of Pinks Indians, Anthrax, KUKL (donde cantaba una Björk aún adolescente), Conflict o los geniales discos solistas del Captain Sensible de The Damned. La primera edición del sello fue un simple de Honey Bane, una adolescente que se estaba quedando en Dial House tras escapar de la casa de sus padres.
Las estrategias dadaístas y situacionistas fueron siempre un ingrediente esencial en Crass, que también se anticiparon a las acciones antiglobalización de principios del siglo XXI con las acciones de Stop the City en 1983 y 1984 realizadas junto a Greenpeace. Desde sus primeros días en los que dibujaban con aerosol mensajes anarquistas y anticonsumistas alrededor del sistema de metro de Londres y en vallas publicitarias el uso deliberado de mensajes contradictorios fue siempre parte de la estrategia de Crass para proponerse como “un aluvión de contradicciones”: una música violenta para un mensaje pacifista, o un discurso blasfemo y ensañado con la iconografía cristiana para rescatar los valores humanos más profundos de la cultura cristiana: “¿Si alguna vez me sentí orgulloso de mis ‘ataques’ y mis ‘blasfemias’ al cristianismo? Yo no lo veo así. ¿Qué razón tendría? Uno de los principios del cristianismo es ‘no matarás’. No importan las guerras en nombre de Dios, ni las ejecuciones hechas con Sus bendiciones, ni el ritual de tomar sangre en ceremonias morbosamente canibalísticas de confirmación. Jesucristo eligió no huir del Jardín de Getsemaní, eligió invertir el orgullo por sobre el amor y al hacer eso condenó a otro a matar. Que hayan sido los romanos o los judíos quienes llevaron a este Hijo de Dios a la muerte en la cruz es irrelevante”. Lo cierto es que, tal como el mismo cuenta en El último de los Hippies, por entonces el hombre estaba realmente furioso: editado en el 1982 el libro es un escalofriante testimonio sobre como su amigo Phil Russell (alias Wally Hope), uno de los principales organizadores de los festivales libres de mitad de los 70 fue detenido, encarcelado y luego encerrado en una institución psiquiátrica, acusado de portar una cantidad “no permitida” de dosis de ácido lisérgico. En el prólogo de Patricia Pietrafesa a la edición local hecha por Madreselva la integrante de Kumbia Queers define las acciones, hojas informativas y discos de Crass como una “usina de subversión alternativa”, un mensaje que “te animaba a rechazar lo que no te conformara, a no unirte a estilos de vida con los que no estabas de acuerdo y a confiar en vos mismx para hacer las cosas distintas”. Eclipsado por su mensaje político, el carácter distintivo y pionero de la música de Crass suele ser soslayado: “La relación entre mis patrones de percusión y las voces fueron precursores de la música rap, una innovación en la cual Crass no ha tenido ningún tipo de crédito. Mi propio gusto musical siempre giro alrededor del jazz moderno, tanto hacia la obra de John Coltrane como hacia la música contemporánea, sobre todo la obra del compositor inglés Benjamin Britten. De chico yo fui la voz aguda líder del colegio, cantando en la mayoría de las grandes catedrales del sur de Bretaña. Incluso me ofrecieron un puesto en el coro de la Catedral de Westminster, pero mis padres no me dejaron. Pero si estuve en el coro de la primera performance de La Sinfonía de la Primavera conducida por el mismo Britten. A diferencia de la mayoría de las bandas dentro del género punk, Crass estaba influenciado por referencias muy amplias, desde Monteverdi hasta Boulez, de Leadbelly a Joni Mitchell. Lo que menos nos influenció fue el rock & roll, especialmente el punk”.
La inesperada visita de Penny Rimbaud para dar una conferencia en el Trimarchi (“fui invitado a visitar Mar del Plata por una mujer muy hermosa que sabe de mi interés en el Zen y el Taoísmo, lo cual, a mí me pareció una razón suficiente para emprender el viaje”) resulta tan oportuna como providencial: Sebas Acampante, uno de los creadores de una feria de diseño que ya parece una institución pero que mantiene una filosofía de la autogestión y la independencia no lo duda: “La autogestión que nos permitió empezar con el evento la aprendimos de él mediante sus embajadores locales: las ferias de Patricia Pietrafesa, los shows de Nekro, la biblioteca de Dekadencia G. Tester y su HTM. Todo en algún momento nos hablaba de Penny y siempre buscamos aplicar eso a nuestro pequeño accionar. Él también fundó espacios de formación, promoviendo valores de ambientalismo, autogestión, derechos animales e independencia de pensamiento. Tenerlo a Penny hablando sobre la ética del DIY y de uso de sus soportes emblemáticos, el stencil y el fanzine con Crass es un honor, pero la visita de Penny Rimbaud trasciende el diseño: habla de la acción reflexiva y las elecciones de alguien que decidió guiar su vida”. Posible gracias al entusiasmo de Trimarchi y al auspicio del British Council, la visita de Penny nos repite como un mantra uno de sus slogans más emblemáticos y título también del impresionante documental que les filmó Alexander Oey: “There no authority but yourself” (No hay ninguna autoridad salvo vos mismo). Y, ya que estamos, analizar de qué hablamos cuando hablamos de punk. “¿Si realmente considero a los Sex Pistols como los Spice Girls de su época?. Si, claro: ellos eran: ‘solo otro producto barato para la cabeza del consumidor’ (cita la letra de “Punk is Dead” de Crass). La única diferencia real es que John Lydon no era tan atractivo como Victoria Beckham”